sábado, 17 de abril de 2010

La malnutrición ya afecta a 178 millones de niños en el mundo

Alejandro Tejeda Rocha, El Corresponsal

La malnutrición ya afecta a 178 millones de niños en el mundo, la mayoría en Afganistán, Bangladesh, República Democrática de Congo, Etiopía, India, Kenia, Sudán y Vietnam. Bastarían 167 euros para alimentar a cada uno de ellos y garantizarle sus primeros dos años de vida. Por Alejandro Tejeda Rocha La malnutrición crónica afecta al 54% de los menores de cinco años en Afganistán, según datos de Unicef. Otro porcentaje, aún más elevado, corresponde a aquellos menores cuyo peso está por debajo del saludable para su edad.
Fadira Ayari, funcionaria de la Agencia de Naciones Unidas para la Infancia, señala que esta elevada cifra es consecuencia directa de la pobreza que vive el país del centro de Asia. También por la falta de educación y de recursos, que impiden que la situación mejore.

Esta es también la opinión del equipo médico del Hospital Indira Gandhi, situado en Kabul, capital y ciudad más grande de Afganistán. En dicho centro mueren a causa del hambre alrededor de setenta niños al año.

Para atender a estos menores se ha creado un área especial de cuidado, la Unidad de Desnutrición, que acoge a niños que llegan de todo el país. Los médicos y especialistas de Indira Gandhi también ejercen de guía y ayuda para las madres de los afectados por malnutrición y otros problemas graves, a las que enseñan a colaborar y el método para que sus hijos lleguen al peso ideal en el menor tiempo posible. Muchas de ellas viajan con toda su familia hasta este hospital hasta que sus hijos alcanzan el peso marcado por los médicos. De lo contrario, no podrán abandonar el centro.

Alrededor de una treintena de menores con problemas de desnutrición conviven en Indira Ghandi, que acoge un total de 370 pacientes. Mientras este hospital funciona como puede, el gobierno de Afganistán gastó más de trescientos millones de euros para las pasadas elecciones. Nourolhaq Yusefhazi, doctor y director del centro, señala otro dato que llama la atención. Son los elevados sueldos de los soldados internacionales enviados a Afganistán. “Con lo que cobra uno sólo de ellos, nosotros tenemos para el presupuesto de un mes”, aclara.

Centros como éste intentan funcionar ajenos a toda la telaraña burocrática exterior. Nourolhaq Yusefhazi añade que el personal que trabaja con él percibe un sueldo de 10.000 afganis al mes, lo que equivale a 140 euros. El normal funcionamiento de su centro no sería posible sin la ayuda de estudiantes en prácticas y voluntarios que colaboran en esta lucha diaria.

Otra situación a la que tienen que hacer frente se produce cuando el propio Ministerio de Salud afgano obliga a mantener un número concreto de camas libres en sus instalaciones para las víctimas del terrorismo en la zona. Así sucedió durante las pasadas elecciones, en las que ganó Hamed Karzai.

Organizaciones como Save the Children publican numerosos informes al cabo del año para lograr dar más eco al problema de la malnutrición, que afecta a 178 millones de niños en el mundo. Junto con Afganistán, la mitad de los niños y niñas con problemas de malnutrición se concentran en otros siete países más. Son Bangladesh, República Democrática de Congo, Etiopía, India, Kenia, Sudán y Vietnam. La ONG señala que “con sólo 167 euros se podría alimentar de manera óptima a un menor durante sus dos primeros años de vida”. Esto incluye la lactancia materna y todo lo necesario para que un niño crezca sano y fuerte. Para ello la madre también tendrá que estar sana, causa por la que muchos niños padecen problemas desde su nacimiento. De esta manera, se podría “proteger su cerebro y su organismo de daños permanentes como consecuencia del hambre”.

La cantidad que se gastan los gobiernos de los países ricos para paliar la situación es “significativamente” inferior que la necesaria. "La amenaza del incremento de los precios de los alimentos, el cambio climático y la crisis económica, llevarán a elevar estas cifras. Estas muertes no son hechos aleatorios fuera de nuestro control, son el resultado de decisiones políticas tomadas por Gobiernos”, afirma el director de Save the Children, Alberto Soteres. “Sabemos cómo tratar el hambre infantil y sabemos cuánto cuesta”, concluye.

Se puede decir más alto pero no más claro. El problema es que los que tienen la solución en sus manos sólo oyen, pero no escuchan.

Alejandro Tejeda Rocha es periodista. Su artículo se publica por gentileza del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).
Fuente: http://www.elcorresponsal.com/modules.php?name=News&file=article&sid=5629

Pobreza podría dejar marcas biológicas permanentes en los niños

Publicado por Denisse Charpentier • La información es de Agencia AFP

La pobreza puede dejar profundos efectos biológicos y permanentes en los niños pequeños, que de adultos corren mayores riesgos de sufrir problemas de salud y tener ingresos más bajos, reveló una investigación presentada el fin de semana en San Diego, California.

Científicos estadounidenses definieron “una biología de la pobreza” entre los adultos que fueron pobres de niños, en particular si vivieron en la miseria antes de los 5 años de edad, según el estudio divulgado el domingo en la reunión anual de la Asociación estadounidense para el avance de la ciencia (AAAS).

“La pobreza tiene el potencial de modificar profundamente la neurobiología del niño pequeño en desarrollo” y puede afectar directamente toda su vida, dijo Greg Duncan, de la Universidad de California.

La primera infancia es un “momento crucial para establecer la arquitectura del cerebro que da forma al futuro cognitivo, social y de bienestar emocional del niño”, indicó el estudio.

“Los niños que crecen en un entorno desfavorable muestran niveles desproporcionados de reacción al estrés, y eso se nota a nivel de estudios hormonales, estudios neurológicos y a nivel de los perfiles epigenéticos”, dijo Thomas Boyce, de la Universidad de Columbia Británica en Canadá.

Para medir los efectos socioeconómicos de estos marcadores neurobiológicos de la pobreza, los investigadores analizaron datos demográficos de 1.589 adultos nacidos entre 1968 y 1975, incluyendo el nivel de ingresos de sus familias, años de educación alcanzados, así como datos de salud y antecedentes penales.

Encontraron “notables diferencias” en las vidas adultas de aquellos niños, según el nivel socioeconómico antes de los 6 años.

“En comparación con los niños cuyas familias tenían ingresos de al menos dos veces más que los de la línea de pobreza durante su primera infancia, los niños pobres cursaron dos años menos de escolaridad en promedio, trabajan 451 horas menos al año y ganan menos de la mitad”, indicó el estudio.

Esos niños también recibieron de adultos más de 800 dólares más al año en cupones de alimentos, y fueron dos veces más propensos a tener una salud general deficiente o altos niveles de estrés psicológico.

Los niños pobres también resultaron más gordos que los ricos, así como más propensos a tener sobrepeso de adultos.

Además, los hombres que de niños fueron pobres tienen el doble de probabilidades de ser arrestados y las mujeres, seis veces más posibilidades de ser madres solteras.

El estudio, el primero con estas características en Estados Unidos, también demostró que si una familia pobre recibe 3.000 dólares al año más a través de la asistencia pública por tener a su cargo un hijo de menos de cinco años, de adulto ese niño ganará 17% más y trabajará 135 horas más por año.

“Esta investigación prueba que las políticas de bienestar social dirigidas a familias estadounidenses pobres con niños pequeños producen resultados tangibles”.

Según los autores del estudio, cuatro millones de niños en Estados Unidos vivían en la pobreza en 2007.

Para Jack Shonkoff, de la Universidad de Harvard, la investigación ofrece “una oportunidad magnífica para aprender más sobre la biología de la pobreza”, que puede ayudar a “desarrollar nuevas ideas y mitigar el impacto de la precariedad en el empleo y proteger mejor a los niños pequeños”.

Sin embargo, descartó una solución rápida que aborde la parte biológica del problema.

“Comprender el impacto neurobiológico de la pobreza ayuda a establecer nuevas estrategias sociales en lugar de optar por los medicamentos” que tratan los efectos de este problema, pero no las causas, precisó Shonkoff.

Fuente:
http://www.radiobiobio.cl/2010/02/22/pobreza-podria-dejar-marcas-biologicas-permanentes-en-los-ninos/

La pobreza crónica daña cerebro infantil

La pobreza genera pobreza. Un niño que crece en una familia de bajos ingresos se desarrollará con el viento en contra, hallando en su camino mil obstáculos sociales que le harán difícil salir del agujero. Pero un nuevo estudio sugiere que, además de los estorbos socioeconómicos, más allá de la malnutrición asociada a crecer sin recursos, muchos individuos no logran escapar del círculo de la pobreza por una razón más severa: sus cerebros están literalmente consumidos por la pobreza.

En la ecuación participan la pobreza durante los años de la infancia y el estrés fisiológico que produce la falta de recursos. El precio se paga en las capacidades mentales del adulto, mermadas por tantos años de vivir la presión y las angustias del lado más difícil de la vida.

En otras palabras, la pobreza afecta al bolsillo y las finanzas de muchas familias, pero también afecta de manera insidiosa al desarrollo cerebral de los niños pobres.

En el estudio publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences, Gary Evans y Michelle Schambert, investigadores de desarrollo infantil en la Universidad Cornell, integraron piezas de un rompecabezas que se ha ido construyendo laboriosamente, paso a paso, en las últimas décadas.

Se ha sabido desde hace mucho que en promedio los niños pobres y los adolescentes pobres tienen un desempeño escolar muy deficiente cuando se les compara con niños bien nutridos.

Está claro que parte de la causa es que los niños sin recursos asisten a escuelas mal equipadas, son atendidos por maestros sin recursos, en su hogar carecen de apoyos para el aprendizaje, tienen una dieta pobre e insuficiente y su acceso al sistema de salud es precario.

A este contraste entre las capacidades de los niños pobres y los niños bien alimentados los expertos le han llamado la brecha del desempeño, y han llegado a la conclusión de que en buena medida el estatus socioeconómico es predictor fiable de qué tan buenos serán la mayoría de los niños en su adolescencia o más adelante.

Una pieza más del rompecabezas se ha estudiado en animales de laboratorio, a los cuales se ha sometido a estrés para evaluar el efecto de éste sobre sus cerebros. Lo que hallaron es que el estrés produce hormonas que literalmente desgastan los cerebros de los animales.

Escribiendo en Wired Science, Brandon Keim señala que Evans y Schamber pegaron las piezas del rompecabezas y encontraron una imagen perturbadora. “Probablemente las explicaciones sociológicas sobre la brecha del desempeño sean correctas”, apuntó, “pero tal vez estén incompletas. Además de los muchos obstáculos sociales que aporta la pobreza, también puede plantear un obstáculo biológico”.

La respuesta que hallaron dice esto: el niño pobre crece sometido a estrés crónico, y dicho estrés afecta a las regiones de su cerebro vinculadas a las funciones superiores; en particular, implica un deterioro en la llamada memoria de trabajo.

A fines de enero, Martha Farah y sus colegas de la Universidad de Pennsylvania hicieron un estudio parecido que examinó varios sistemas cerebrales ligados a la cognición en niños pobres y de clase media.

Los pobres calificaron más mal en los sistemas cerebrales ligados al lenguaje, la memoria y la capacidad ejecutiva.

Los sistemas en los que resultaron defectuosos gobiernan varias conductas y habilidades. En particular, estos niños pobres tienden a desarrollar menos su capacidad lingüística y a tener dificultades para recordar estímulos vistos una sola vez. Al mismo tiempo, es más difícil que conceptualicen las ganancias de largo plazo y más fácil que sean atraídos por estímulos atractivos inmediatos.

“Todos estos sistemas neurocognitivos afectan las destrezas adultas de inteligencia y resolución de problemas, de modo que los niños pobres tienen una desventaja desde sus primeros años. Con sistemas cognitivos menos desarrollados, es más probable que no busquen o reciban educación secundaria, lo que hace mucho más difícil que logren mejorar su estatus socioeconómico”, apuntó Crystal Leonard en un estudio.

Los científicos de Cornell habían hecho antes un estudio de largo plazo conectando la pobreza con el estrés. En 195 estudiantes blancos de clases baja y media midieron presión sanguínea y hormonas de estrés a los 9 y a los 13 años de edad; luego evaluaron su memoria cuando tenían 17 años.

¿Qué pasó? Los que crecieron en la pobreza podían recordar menos elementos que quienes crecieron bien. Y la memoria de trabajo puesta a prueba con estos exámenes se vincula también con otras capacidades críticas para el éxito, como la lectura, el nivel de lenguaje y la capacidad para resolver problemas.

Los científicos manipularon las variables de aquel estudio para neutralizar los efectos de varios factores: el peso al nacer, la educación de la mamá, el estado civil de los padres, etcétera. En todos los casos el efecto se mantuvo. Cuando manipularon los datos para compensar las diferencias de estrés, la diferencia en el desempeño desapareció.

Todos los expertos que han comentado los estudios recientes coinciden en que si bien los datos son sólidos, se requiere de una dosis masiva de verificaciones. Pero quizás llegue el día en que la sociedad pueda prevenir en parte la brecha del desempeño actuando para reducir el estrés en el que viven tantos y tantos niños del mundo hundidos en la pobreza.

Fuente: http://www.notasdeciencia.com/contenido/es/note/pobreza-cronica-dana-cerebro-infantil