sábado, 19 de noviembre de 2016

27 años de la CDN, un recorrido desde mi historia de vida

El 20 de noviembre cumpliremos 27 años de la Convención de los Derechos del Niño. Un acto histórico que fue necesario porque los países necesitaban contar con un instrumento que le permitiera cambiar su enfoque hacia la niñez, no lo solo por representar una población vulnerable, sino por ser una etapa crucial para el desarrollo humano. La CDN ha sido ratificada por más países que cualquier otro tratado de derechos humanos en la historia. Desde entonces, se han elaborado planes de acción, promoviendo programas, estrategias y políticas públicas. Sin embargo, aún sigue siendo un reto colocar a las niñas, niños y adolescentes en el centro de las políticas públicas y asegurar que dichas políticas respondan a un enfoque sistémico que considere a los niños, niñas y adolescentes (NNA) como protagonistas de su desarrollo, fortaleciendo los vínculos con su entorno familiar y comunitario, así como su entorno socio-cultural, económico y ambiental.



Hace 27 años, yo me encontraba realizando mis estudios en educación, convencida en ese entonces que la educación era lo más importante para lograr el desarrollo de capacidades de los NNA, pero fue el año 1990 cuando tuve la oportunidad de realizar mis prácticas pre profesionales en la comunidad campesina de la Peca en Bagua, Amazonas. Esta experiencia me hizo dar cuenta que educación no era suficiente, se requería garantizar condiciones de salud y la nutrición, posiblemente no era nada nuevo, ni había descubierto la pólvora, pero había palpado desde la realidad como la calidad de vida de las familias rurales afectaban directamente el rendimiento escolar de mis alumnos. De vuelta en Lima y con el afán de seguir profundizando más sobre cómo desarrollar capacidades en los NNA, es que decido estudiar la carrera de nutrición y sumergirme en un campo diferente en el que el encontré tensiones entre el enfoque biomédico que privilegia la salud física y la declaración de Alma Alta de 1978 que nos presentaba un nuevo modelo de atención primaria de la salud y que aún no era conocido por todos los profesionales de la salud.

Mi interés por lograr desarrollar capacidades en los NNA seguía siendo lo que guiaba mis pensamientos y mis acciones, en la década del 90 se intensificó en el país, la inseguridad alimentaria y los programas de asistencia alimentaria se imponían como políticas para enfrentar la crisis. Por mi parte trabajar en un proyecto de desarrollo integral en el Alto Huallaga, me permitió poner en práctica el enfoque de seguridad alimentaria basado en la cumbre mundial de Seguridad Alimentaria, asimismo, conocer de cerca los problemas en el uso de los recursos naturales y la fragilidad del medio ambiente. Me motivé a continuar mejorando mis conocimientos en nuevo campo de acción ligado la gestión ambiental, con miras de contribuir al desarrollo sostenible basado en tres principios, el uso racional del territorio y de los recursos, la rentabilidad económica para disminuir la pobreza y la participación social.

A partir de la segunda Cumbre de la Tierra, firmada a nivel mundial en Rio de Janeiro en 1992, se hace un llamando la atención en la importancia del desarrollo sostenible. Sin embargo, en el Perú, la crisis económica ya había afectado gravemente el desarrollo de una generación, dañando el potencial de miles de niños y niñas. Las políticas del estado no lograban aún ubicar al niño, niña y adolescente como sujetos de derechos, sino que seguían siendo tratados como sujetos de necesidades.
Es el año 2000, con mi ingreso al proyecto Buen Inicio, iniciativa de UNICEF y USAID empiezo a comprender la importancia de los primeros años de vida en el desarrollo cerebral y en el ejercicio de los derechos. Amartya Sen en 1999 había disertado en Paris sobre la importancia del desarrollo de capacidades y la necesidad invertir en la infancia para romper el círculo de la pobreza. Al mismo tiempo se intensifican los estudios científicos y las neurociencias adquiere un valor fundamental para evidenciar el impacto de la calidad de vida en el desarrollo cerebral infantil.

Durante los dos años y medio que estuve viviendo en Cajamarca puede contribuir a desarrollar capacidades en los operadores de los servicios de salud y comprobar que cuando hay un trabajo sostenido comunitario es posible revertir la desnutrición crónica. Por mi parte, seguía haciéndome preguntas sobre el desarrollo de la infancia y como generar condiciones adecuadas para ello, centrando mi atención a los problemas de saneamiento básico y comprobando que el problema no se soluciona con la construcción de servicios de agua y desagüe, sino que el problema estaba en los conocimientos, comportamientos y prácticas de la población para hacer un buen uso del agua y asegurar una mejor salud.

Mi paso por el Programa de Educación en áreas rurales y en el Programa Nacional Wawa Wasi me permiten reconocer la importancia de una mirada holística hacia la infancia y una respuesta multidisciplinaria al tema. Las políticas dirigidas a la infancia en el Perú estaban puestas en el Plan Nacional de acción por la infancia PNAIA 2002-2010, instrumento de política que contenía una suma de acciones desde una respuesta sectorial y con grandes intentos de articulación. Paralelamente en el año 2005, el comité de los derechos del niño publica la Observación general 7, sobre la realización de los derechos de la primera infancia, promoviendo la importancia de los primeros años de vida, en el Perú la política de infancia se concentraba en la disminución de la desnutrición crónica.

Creia que era necesario ampliar el marco conceptual de la desnutrición crónica (DC), esta inquietud me lleva a iniciar, como parte de mis estudios de doctorado un trabajo de investigación sobre las interacciones vinculares en el sistema de cuidado infantil en niños con y sin DC en contextos de pobreza, este trabajo me permitió profundizar sobre la importancia del apego seguro y el desarrollo emocional en los primeros años de vida. Comienzo un largo camino por encontrar respuestas a diferentes preguntas centradas en la familia, en los modelos de crianza y en los modelos de cuidado.

En el año 2010, a mi regreso a UNICEF, continuo con fuerza mi trabajo por la infancia, durante los años posteriores soy testigo de las mejoras de la concepción de infancia desde el sector educación quienes elaboran diversos materiales y guías. Desde el sector salud, se inicia una respuesta focalizada en zonas de la amazonía peruana introduciendo el enfoque intercultural en los operadores de servicios. El sector educación logra marcar la diferencia con una propuesta basada en cambiar el enfoque de infancia de sujeto de reacción ante los estímulos a un sujeto de acción.

Los años pasan y se logran ver cambios en la disminución de la DC y el fortalecimiento de capacidades en el tema del desarrollo infantil, la entrada de un nuevo gobierno permite la consolidación de un grupo de trabajo intersectorial para elaborar lineamientos para la primera infancia.

Ante estos grandes esfuerzos y surge la esperanza que la nueva gestión de gobierno considere a la infancia y adolescencia como parte de sus metas de gobierno, es por ello que me animo a ser parte de este sueño, de esta oportunidad para que el ente rector asuma su función, pero mi corta estadía por dicho ministerio me hizo comprobar lo complejo es colocar en la agenda del sector este tema y liderar procesos articulados intrasectoriales e intersectoriales e intergubernamentales.

El Perú necesita contar con un ente rector en infancia, esto fue una recomendación del comité de los derechos del niño, un ente rector que garantice los derechos de la infancia, no solo de la infancia desprotegida sino que tome en cuenta a todos los niños, niñas y adolescentes.

Han pasado 27 años, y hoy en día contamos con un PNAIA 2021, un instrumento que es ley y que promueve la asignación de recursos para garantizar su cumplimiento y si bien el presupuesto se ha incrementado en los últimos años, el gasto público en NNA en el 2015 se concentra en la educación en un 60%, seguido de salud con un 16% y protección en un 10%.  

En los últimos años se ha logrado que más sectores asuman su trabajo por la infancia. Pero todavía se debe seguir trabajando desde varios frentes, no para atropellarnos unos con otros sino para trabajar de manera articulada y complementaria, con metas claras y bien definidas, ya basta del activismo desgastante, hay mucho por hacer pero no todo se puede hacer al mismo tiempo, es importante priorizar la inversión en la infancia de manera diferenciada a las necesidades e intereses de los NNA, respetando su contexto cultural y brindando oportunidades a los padres para que sean ellos los responsables del desarrollo infantil con el apoyo del Estado.

La falta de programas de prevención dirigidos a las familias, ha traído consecuencias graves en el desarrollo de los NNA, la encuesta ENARES del 2015 el 73,8% de niñas y niños de 9 a 11 años de edad, alguna vez en su vida fueron víctimas de violencia psicológica o física por parte de las personas con las que vive, el Poder Judicial devela un incremento en el abandono, la violencia y la negligencia hacia la niñez, todo ello problemas sociales que podrían ser menores si se invirtiera en la prevención y el fortalecimiento del rol de la familia y comunidad. Se requiere además, mejorar la situación laboral de quienes trabajan por la infancia y asegurar oportunidades para que todos los niños y niñas sin excepción puedan potenciar al máximo sus potencialidades y puedan ejercer su ciudadanía.

Hoy más que nunca se requiere decisiones políticas para trabajar en base a las evidencias y con un enfoque de resultados, implementando los lineamientos intersectoriales del desarrollo infantil, a partir de un trabajo articulado entre los sectores del estado involucrados y continuar con la elaboración de los lineamientos intersectoriales para el desarrollo de la niñez y adolescencia. Se requiere a su vez, contar con mecanismos para comprobar que la calidad de la inversión por la infancia está mejorando y contar con resultados satisfactorios, como dijera Gabriela Mistral, muchas cosas pueden esperar la infancia no.

Noviembre 2016.
María Teresa Moreno Zavaleta, Educadora y Nutricionista. Magister en Gestión Ambiental y Desarrollo y Doctora en Ciencias Sociales en Niñez y Juventud.