El 20 de noviembre cumpliremos 27 años de la Convención de los Derechos
del Niño. Un acto histórico que fue necesario porque los países
necesitaban contar con un instrumento que le permitiera cambiar su enfoque hacia
la niñez, no lo solo por representar una población vulnerable, sino por ser una
etapa crucial para el desarrollo humano. La CDN ha sido ratificada por más países que
cualquier otro tratado de derechos humanos en la historia. Desde entonces, se
han elaborado planes de acción, promoviendo programas, estrategias y políticas
públicas. Sin embargo, aún sigue siendo un reto colocar a las niñas, niños y
adolescentes en el centro de las políticas públicas y asegurar que dichas
políticas respondan a un enfoque sistémico que considere a los niños, niñas y adolescentes (NNA) como
protagonistas de su desarrollo, fortaleciendo los vínculos con su entorno
familiar y comunitario, así como su entorno socio-cultural, económico y
ambiental.
Hace 27 años, yo me encontraba realizando mis estudios en educación,
convencida en ese entonces que la educación era lo más importante para lograr
el desarrollo de capacidades de los NNA, pero fue el año 1990 cuando tuve la
oportunidad de realizar mis prácticas pre profesionales en la comunidad
campesina de la Peca en Bagua, Amazonas. Esta experiencia me hizo dar cuenta que
educación no era suficiente, se requería garantizar condiciones de salud y la
nutrición, posiblemente no era nada nuevo, ni había descubierto la pólvora,
pero había palpado desde la realidad como la calidad de vida de las familias
rurales afectaban directamente el rendimiento escolar de mis alumnos. De vuelta
en Lima y con el afán de seguir profundizando más sobre cómo desarrollar
capacidades en los NNA, es que decido estudiar la carrera de nutrición y
sumergirme en un campo diferente en el que el encontré tensiones entre el enfoque
biomédico que privilegia la salud física y la declaración de Alma Alta de 1978 que
nos presentaba un nuevo modelo de atención primaria de la salud y que aún no
era conocido por todos los profesionales de la salud.
Mi interés por lograr desarrollar capacidades en los NNA seguía siendo lo que guiaba mis pensamientos y mis acciones, en la década del 90 se intensificó en el país, la inseguridad alimentaria y los programas de asistencia alimentaria se imponían como políticas para enfrentar la crisis. Por mi parte trabajar en un proyecto de desarrollo integral en el Alto Huallaga, me permitió poner en práctica el enfoque de seguridad alimentaria basado en la cumbre mundial de Seguridad Alimentaria, asimismo, conocer de cerca los problemas en el uso de los recursos naturales y la fragilidad del medio ambiente. Me motivé a continuar mejorando mis conocimientos en nuevo campo de acción ligado la gestión ambiental, con miras de contribuir al desarrollo sostenible basado en tres principios, el uso racional del territorio y de los recursos, la rentabilidad económica para disminuir la pobreza y la participación social.
A partir de la segunda Cumbre de la Tierra, firmada a nivel mundial en Rio de Janeiro en 1992, se hace un llamando la atención en la importancia del desarrollo sostenible. Sin embargo, en el Perú, la crisis económica ya había afectado gravemente el desarrollo de una generación, dañando el potencial de miles de niños y niñas. Las políticas del estado no lograban aún ubicar al niño, niña y adolescente como sujetos de derechos, sino que seguían siendo tratados como sujetos de necesidades.
Es el año 2000, con mi ingreso al proyecto Buen Inicio, iniciativa de
UNICEF y USAID empiezo a comprender la importancia de los primeros años de vida
en el desarrollo cerebral y en el ejercicio de los derechos. Amartya Sen en
1999 había disertado en Paris sobre la importancia del desarrollo de
capacidades y la necesidad invertir en la infancia para romper el círculo de la
pobreza. Al mismo tiempo se intensifican los estudios científicos y las
neurociencias adquiere un valor fundamental para evidenciar el impacto de la
calidad de vida en el desarrollo cerebral infantil.
Durante los dos años y medio que estuve viviendo en Cajamarca puede contribuir a desarrollar capacidades en los operadores de los servicios de salud y comprobar que cuando hay un trabajo sostenido comunitario es posible revertir la desnutrición crónica. Por mi parte, seguía haciéndome preguntas sobre el desarrollo de la infancia y como generar condiciones adecuadas para ello, centrando mi atención a los problemas de saneamiento básico y comprobando que el problema no se soluciona con la construcción de servicios de agua y desagüe, sino que el problema estaba en los conocimientos, comportamientos y prácticas de la población para hacer un buen uso del agua y asegurar una mejor salud.
Mi paso por el Programa de Educación en áreas rurales y en el Programa
Nacional Wawa Wasi me permiten reconocer la importancia de una mirada holística
hacia la infancia y una respuesta multidisciplinaria al tema. Las políticas dirigidas a la infancia en el Perú estaban puestas en el
Plan Nacional de acción por la infancia PNAIA 2002-2010, instrumento de
política que contenía una suma de acciones desde una respuesta sectorial y con
grandes intentos de articulación. Paralelamente en el año 2005, el comité de los derechos del niño publica
la Observación general 7, sobre la realización de los derechos de la primera
infancia, promoviendo la importancia de los primeros años de vida, en el Perú
la política de infancia se concentraba en la disminución de la desnutrición
crónica.
Creia que era necesario ampliar el marco conceptual de la desnutrición crónica (DC), esta inquietud me lleva a iniciar,
como parte de mis estudios de doctorado un trabajo de investigación sobre las
interacciones vinculares en el sistema de cuidado infantil en niños con y sin
DC en contextos de pobreza, este trabajo me permitió profundizar sobre la
importancia del apego seguro y el desarrollo emocional en los primeros años de
vida. Comienzo un largo camino por encontrar respuestas a diferentes preguntas
centradas en la familia, en los modelos de crianza y en los modelos de cuidado.
En el año 2010, a mi regreso a UNICEF, continuo con fuerza mi trabajo
por la infancia, durante los años posteriores soy testigo de las mejoras de la
concepción de infancia desde el sector educación quienes elaboran diversos
materiales y guías. Desde el sector salud, se inicia una respuesta focalizada
en zonas de la amazonía peruana introduciendo el enfoque intercultural en los
operadores de servicios. El sector educación logra marcar la diferencia con una
propuesta basada en cambiar el enfoque de infancia de sujeto de reacción ante
los estímulos a un sujeto de acción.
Los años pasan y se logran ver cambios en la disminución de la DC y el
fortalecimiento de capacidades en el tema del desarrollo infantil, la entrada
de un nuevo gobierno permite la consolidación de un grupo de trabajo intersectorial
para elaborar lineamientos para la primera infancia.
Ante estos grandes esfuerzos y surge la esperanza que la nueva gestión
de gobierno considere a la infancia y adolescencia como parte de sus metas de
gobierno, es por ello que me animo a ser parte de este sueño, de esta
oportunidad para que el ente rector asuma su función, pero mi corta estadía por
dicho ministerio me hizo comprobar lo complejo es colocar en la agenda del
sector este tema y liderar procesos articulados intrasectoriales e
intersectoriales e intergubernamentales.
El Perú necesita contar con un ente rector en infancia, esto fue una
recomendación del comité de los derechos del niño, un ente rector que garantice
los derechos de la infancia, no solo de la infancia desprotegida sino que tome
en cuenta a todos los niños, niñas y adolescentes.
Han pasado 27 años, y hoy en día contamos con un PNAIA 2021, un
instrumento que es ley y que promueve la asignación de recursos para
garantizar su cumplimiento y si bien el presupuesto se ha incrementado en los
últimos años, el gasto público en NNA en el 2015 se concentra en la educación en un 60%,
seguido de salud con un 16% y protección en un 10%.
En los últimos años se ha logrado que más sectores asuman su trabajo por
la infancia. Pero todavía se debe seguir trabajando desde varios frentes, no para
atropellarnos unos con otros sino para trabajar de manera articulada y
complementaria, con metas claras y bien definidas, ya basta del activismo
desgastante, hay mucho por hacer pero no todo se puede hacer al mismo tiempo,
es importante priorizar la inversión en la infancia de manera diferenciada a
las necesidades e intereses de los NNA, respetando su contexto cultural y
brindando oportunidades a los padres para que sean ellos los responsables del
desarrollo infantil con el apoyo del Estado.
La falta de programas de prevención dirigidos a las familias, ha traído
consecuencias graves en el desarrollo de los NNA, la encuesta ENARES del 2015 el
73,8% de niñas y niños de 9 a 11 años de edad, alguna vez en su vida fueron
víctimas de violencia psicológica o física por parte de las personas con las
que vive, el Poder Judicial devela un incremento en el abandono, la violencia y
la negligencia hacia la niñez, todo ello problemas sociales que podrían ser
menores si se invirtiera en la prevención y el fortalecimiento del rol de la
familia y comunidad. Se requiere además, mejorar la situación laboral de
quienes trabajan por la infancia y asegurar oportunidades para que todos los
niños y niñas sin excepción puedan potenciar al máximo sus potencialidades y
puedan ejercer su ciudadanía.
Hoy más que nunca se requiere decisiones políticas para trabajar en base
a las evidencias y con un enfoque de resultados, implementando los lineamientos
intersectoriales del desarrollo infantil, a partir de un trabajo articulado
entre los sectores del estado involucrados y continuar con la elaboración de
los lineamientos intersectoriales para el desarrollo de la niñez y
adolescencia. Se requiere a su vez, contar con mecanismos para comprobar que la
calidad de la inversión por la infancia está mejorando y contar con resultados
satisfactorios, como dijera Gabriela Mistral, muchas cosas pueden esperar la
infancia no.
Noviembre 2016.
María Teresa Moreno Zavaleta, Educadora y Nutricionista. Magister en Gestión Ambiental y Desarrollo y Doctora en Ciencias Sociales en Niñez y Juventud.
María Teresa Moreno Zavaleta, Educadora y Nutricionista. Magister en Gestión Ambiental y Desarrollo y Doctora en Ciencias Sociales en Niñez y Juventud.